Particularmente pienso que estas maquinitas, cada vez más sofisticadas, que están ya por todas partes, al menos por el mundo opulento, son un regalo de los dioses, que haciéndose viejos no se ofenden por nuestras prometeicas hazañas tanto como antaño.
O bien, una vez resignados con nuestra substracción del fuego, se muestran impotentes para impedirnos construir chismes cada vez más sofisticados y veloces en esto de administrar, combinar, deducir, agrupar, enviar y todos los verbos aplicables al trabajo con dígitos.
Para mí al menos es un consuelo observar cómo, junto a tantas cuestiones deleznables de nuestro tiempo (las desigualdades sociales y continentales, la degradación del medio ambiente, la escasez de valores en muchos sectores) hay cosas aún esperanzadoras de estos titanes que llamamos seres humanos: hay inventos por los que nos acercamos a los mismos dioses, como la rueda, la cama, las artes, la charla, el trabajo honesto y reconfortable para quien tenga la suerte de disfrutar de él, las chicas…, y estas máquinas que tantas cosas posibilitan, como casi hacernos ver a los ciegos. Porque cuando somos capaces de digitalizar y de enviar a quienes no ven la información en un interface adecuado los ciegos como que vemos; no digamos de otras bondades que estos chismes nos regalan: si los dioses han estado durmiendo todo el tiempo en que el hombre trabaja por hacer más coherente este mundo de lo digital -que a veces parece mejor hecho que el analógico- pues que se fastidien: y si sonrientes lo toleran pues benditos sean.
Pedro Egio