Ahorra a propósito de la cuestión Crimea. Yo soy de los que siempre ha defendido el antimilitarismo, por múltiples razones. Hace unos días mi hijo se acordaba de cómo lo llevé sobre mis hombros en aquella legendaria Manifestación de comienzos del 86 para posicionarnos en contra de la entrada de España en la OTAN que Felipe González se vio obligado a ofrecer con su esperanza puesta en el «Sí» que consiguió no con mucha holgura. Acabo de asomarme por la Wikipedia: pronto nos recuerda el resultado de aquella consulta: casi 10 millones y casi siete para síes y noes respectivamente; hasta casi 18 millones de votos; los que restan fueron nulos o en blanco votando casi el 60 por ciento de la población con derecho a voto. En un país como el nuestro, que llevaba por entonces apenas ocho años de nuevo constitucionalismo democrático y un golpe de Estado en 1981, lleno de Franquismo hasta la bandera el antimilitarismo era bastante obvio.
Dicho antimilitarismo, o al menos una posición en contra del señor Aznar también se evidenció posteriormente con bastante rotundidad cuando Bush, Aznar y Blair nos achucharon para arremeter contra Irak. No: muchos pensamos que no es bueno darle a César la razón en aquello de «si vis pacem para bellum». Lo mismo somos idealistas; pero creo que es cierto que hoy la izquierda es antimilitarista y la derecha y cierto sector del PSOE se apuntan demasiado rápido a un bombardeo. Es lo mismo que le sucedía a Abascal hace un par de años, cuando defendía la necesidad de que se se licitara el uso de escopetas, comentaba él que para la defensa en contra de los abundantes amantes de lo ajeno: cualquiera confía en personas tan sumamente hipócritas como son todas estas que parecen estar aquejadas de un «psicopatriotismo» poco beneficioso para ningún español.