(Artículo aparecido en La Opinión de Murcia el día 17 de diciembre de 2016).
El pasado martes, y 13 –mire usted qué casualidad sin mucha importancia por otra parte- muchos ciegos recordamos a nuestra patrona con cierta pena, comprobando cuan poco se nos atiende por el Ayuntamiento capitalino, según gusta a algunos decir. Tristes y seguro que para el Consistorio también demasiado “rebeldes”. Nada más lejos de la realidad por otra parte: la mayoría andamos además de ciegos bastante calmos, casi dormidos, como gran parte del paisanaje, para contento de ediles y gran número del personal de la política más o menos profesional; que así nos quieren: dormidos, y a nosotros si fuere posible con la oreja pegada al transistor.
“Que éstos sin ver no anden mucho -cabilan-; les haremos cuatro caminos con las pelas de mamá Europa”, esa que hoy sólo parece capaz de recalcular réditos, sin parir ya mucho interesante, porque todo lo interesante lo estamos reduciendo a cenizas y pelas. Y continúan rumiando: qué buenos políticos somos: construímos la smart city del XXI, incluso hacemos cuatro caminos accesibles a estos mozos, y luego exhibimos todo por ahí para que vean cuán bien funciona el negocio por tierras tan ya de escasa huerta, porque nos la vamos zampando, a pesar de que en el Bando exhibamos lo contrario.
Hete aquí que varios compañeros y amigos, ciegos en este caso, por lo visto asaz rebeldes, hemos escrito al Consistorio rogándoles nos quiten al menos los bolardos que se encuentran sobre los vados de unos pocos pasos cebra que transitamos con frecuencia; bolardos que en general son útiles, porque cierto es que en su ausencia los conductores volverían a dejar su carro por doquier, o lo que es lo mismo, sobre una cosa que se llama acera, hecha para transitar animales de los racionales, y alguno otro, pero en todo caso terreno no apto para que se deslicen más ruedas que las de sillas con tales, carritos de bebé o la compra; pero no bolardos que son auténticas disciplinas si no están en su lugar.
Les hemos hecho llegar, ya pues, claramente esta necesidad de que nos retiren sólo algunos mal situados, lo que no ha de costarles muchos denarios precisamente; y por ahora -van ya dos meses- sólo obtenemos el consabido silencio administrativo, porque ellos son mucho más amigos de preparar 14 comisiones, de arbitrar trescientas reuniones, muchas de ellas con sus correspondientes fotos protocolarias, ellos de etiqueta claro, mientras que nuestras espinillas nos hacen acordarnos del alto valor de una democracia tan poco transparente, amordazada y avergonzada por las corruptelas, denostada en cada gesto de privatización de edificios y servicios de todos, de cinismo a lo Saramago en su “Ensayo sobre la lucidez”, donde por cierto antes los ciudadanos eran ciegos y ahora simplemente votan en blanco, o todo quisqui se hace “apolítico”, que es lo mismo; una pena, porque Pilatos nunca ha sido un personaje de lo más sobresaliente éticamente hablando.
Y pensarán que qué exigentes los ciegos murcianos: bueno, habrá alguno que lo sea, pero nuestro escrito de fecha 14 de octubre del corriente puedo afirmar que es sumamente parco en demandas: ni siquiera solicitamos en él semáforos con sistema “Blue Pass” para no molestar a los vecinos, que haberlos haylos ya muchos cuantos por el país, por entender que saldrán con aquello de la consabida fórmula de que no hay dinero, ni para ciegos ni para tranquilidad del vecindario en este caso.
Tampoco demandamos en él siquiera -ojalá podamos hacerlo alguna vez- una normativa que humanice las aceras, que señale a los comerciantes que no se trata de ganar pasta a base de macetitas, cartelería mueble, o reclamos de toda molestia para hacerse notar.
En él sólo pedimos que retiren esos bolardos que estando situados en los pasos cebra, por ejemplo los que encontramos en calles como Ricardo Gil con Avenida del Río Segura, Vidrieros o Santa Teresa, sean retirados y enlosado convenientemente el hueco resultante, por aquello de la estética, sabedores de que ello supone un desenbolso ridículo para las arcas municipales, que más que nadie ellos merman.
Pero, claro, es preferible rodearse de cincuenta consejeros, y retratarse tantas veces al año, o diseñar cuatro caminos accesibles envidia de esta Europa que ya da risa más que otra cosa, hacer mucha obra que se vea en esos cuatro caminos y dejar que los ciegos se paseen por allí como parque de atracciones: y que no se salgan de tales cuatro maravillosas sendas, porque los ciegos no deben sino pasear transistor en mano oyendo los carruseles deportivos al uso, verbo et gracia, con noticias de la maravillosa y tan deportiva U.C.A.M.
Bueno, esperamos que al menos se dignen contestarnos, No se trata de jugar en esto al pilla pilla, ni de marearnos unos a otros, porque, señor alcalde: la vida no es sólo como usted se la imagina: como usted la imagina no es más que la de unos pocos, preocupados por mantenerse en el individualismo más aberrante incluso para la salud del alma; no se trata, señor alcalde, de escribir por escribir: simplemente se trata de que muchos ciegos nos las habemos por las calles de Murcia tantas veces con gran riesgo por semáforos que suenan flojito para no molestar. En él tan sólo solicitamos no sentir el hierro de bolardo en las espinillas, que lo demás ya irá cayendo si ha de caer, quieran los hados que sin tanto mareo, tanto conciliábulo de expertos que en nada concluye, al menos en lo tocante a la “accesibilidad urbana”, si no es en foto de etiquetadas autoridades, que honrarán, bien que bien, la fiesta con unas cuantas fotos de gancho electoral.
Pedro Egio.