Se complicaron las cosas en Libia

Cuando hace unas semanas decía en este lugar que los acontecimientos van muy deprisa y apenas hay distancia para escribir cómodamente sobre ellos, en estos últimos años, creo no iba desencaminado. Sobre el fondo constante de la crisis desde, más o menos, finales de 2007, aunque no se la explicitó en nuestro país hasta pasadas las elecciones de 2008 por un gesto político que no honra mucho a Zapatero que digamos, sobre ese fondo persistente, más persistente de lo que sería de desear, han surgido muchos acontecimientos destacables: graves fenómenos naturales, evidencias de cambio climático, rebeliones populares en países árabes, gravísimos problemas en Japón principalmente, en cuanto al común de la humanidad, los referidos a la central nuclear de Fukusima, más rebeliones en países árabes.
El caso de Libia ha sido particular, en el sentido de que aquí el dictador que les gobierna era al comienzo desplazado, pero posteriormente no ha dudado en machacar militarmente a su pueblo hasta intentar nuevamente estar en una posición de superioridad. En la Wikipedia hay un buen artículo sobre esta rebelión en Libia, fechado día a día desde el 15 de febrero. Ésta ya es una variante respecto de la misma cuestión en Túnez o Egipto. Pero hay otra variante quizá más significativa: la de que los países capitalistas aparentemente con la idea de defender valores democráticos o defender al pueblo llano de Libia se decide a intervenir allá y entre ellos España.
Y entonces, aunque todos estamos de acuerdo en que Gadafi debe desaparecer del escenario político, hay algo dentro que nos dice: ¿de nuevo unidos operando en aquella zona del norte de África? Aunque no sean circunstancias iguales a las de Irak no puede negarse que surgen algunas semejanzas. Por otra parte, somos muchos los que pensamos que hacemos de quijotes o de salvadores -lo que puede estar bien- pero cuando nos conviene y sin embargo no ponemos el mismo empeño en solucionar tantas situaciones injustas que están por detrás de la crisis, originándola o siendo consecuencia de ella: no luchamos igualmente a brazo partido por las personas que quedan sin trabajo o que deben de entregar sus casas cuando no pueden hacer frente a su hipoteca. ¡Vamos!, que lanzamos la onda contra el gigante Gadafi, mientras que a otros gigantes damos bolsas enteras de oro. O incluso, que intentamos salvar al pueblo cuando lo vemos oportuno, pero si nos interesa mantener una central nuclear más allá de su fecha de caducidad pues la mantenemos, aunque peligre parte de ese pueblo que a veces tanto parece preocuparnos.
Sin embargo: es cierto que bueno será que Gadafi deje ya en paz a los suyos, porque perdió hace tiempo su legitimidad si alguna vez la tuvo, sobre todo, cuando para seguir ahí ha sido capaz de guerrear contra su pueblo.
¡Desde luego! ¡qué lejos está, señor Leibnitz de ser este mundo el mejor de los mundos posibles; parece que Voltaire, si pudiera opinar sobre este estado de cosas, lo tendría muy claro de nuevo, para decir: de eso nada. Como no sea que a la vuelta de la esquina toda nuestra experiencia acumulada nos permita tomar realmente conciencia y habilitar las estrategias convenientes. Pero es triste comprobar que la mayoría de los hombres están fuera de sí, enajenados, ocupados en su moralina en forma de pps, viviendo el instante, mirando a la luna.

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