Se piensan que van a poder reírse del pueblo, o bueno, de las gentes de bien, hasta la saciedad y sin límites. Se piensan que se van a salir con la suya, exprimiendo el percal, como decimos por acá, hasta los últimos momentos en las postrimerías de la Tierra, como si ante el Apocalipsis todo valiera, ajenos por completo a cualquier toque de trompeta que anunciara la inminencia de un Juicio restablecedor, donde parece que hubieran comprado también los puestos a la derecha del juez, acostumbrados a negociarlo todo, al ‘tanto tienes tanto vales’, al que siempre cuenten bulas, al amasar tesoros acá que muy largo me fiáis el allá, o convencidos de que las iglesias les harán cohorte como les acaece, para más INRI. Esperamos que no siempre rían impunemente; que las gentes de bien, organizándose, comiencen cada vez con más empeño, con más contundencia, aun con respeto a personas y cosas, a clamar sin titubeo, ora por el sureste, ora al noroeste, ya un sector social afectado por tanta tropelía, ya este otro, ya a lo Fuente Ovejuna; a dejarse oír, más alto, sin equívoco, desenmascarando a opresores y vampiros. Dejarse oír, desenmascarando las verdades del mercado, que ante el hambre se reducen a patrañas. Verbo y gracia: Cada vez más ciudadanos perciben que la Prima de riesgo es mayúsculo engaño y gigante insolencia, que tales primas pretenden dar sensación de seriedad donde sólo hay flagrante delito, guiño hecho para encarecer la deuda, forjado por individuos del bando de los acreedores. Estos ayudan a placer a los compradores de deuda, pacientes arriesgados, aparentemente iluminados por tres dígitos bien sui generis, que para nada han acertado en riesgos como el de la quiebra de ENRON o Lehman Brothers: menudos fareros, más bien faroleros, exponen esa tríada fetiche donde dos dígitos bastarían, seguro que para impresionar más, para conferirles una cientificidad dudosa y también para justificar lo injustificable; burdo insulto a millones de seres humanos. Y cuando Merkel, una democristiana que de cristiana no puede presumir mucho y de demócrata sólo probablemente las circunstancias, exige cumplir y cumplir lo pactado hasta el último maravedí, más que política preocupada por la generalidad parece un coronel ramplón, que pisotea lo que se tercie por salirse con la suya, sin mirar por Europa entendida como la suma de sus países, sino capitaneando a una Alemania voraz, que sólo saca para sí beneficio, pretendiendo ignorar que la mayoría de pactos los ha conseguido desde una situación de prepotencia que debe comenzar a abandonar por varias razones: porque no está el horno para bollos y porque ella misma empieza a ser tocada por su empecinamiento y su descuido de promover crecimiento. ¿Cómo no hablar en estos términos cuando se van esquilmando todos nuestros servicios y pisotean todos los derechos que hagan falta para exprimirnos más y más?, ¿cuando quieren tapar todos los agujeros de bancos desastrosos con el dinero de la ciudadanía y aprovecharse y volvernos a prestar para intentar cobrar más y más intereses? ¿Qué se merecen que les llamemos, a los europeos que cierran a cal y canto el Banco Central? ¿Y a nuestros propios políticos, falsos como Judas, que le siguen a aquellos la corriente antes que defendernos y enfrentárseles diciéndoles “¡basta ya!, estrujémonos la cabeza porque no queremos seguir pisoteando a nuestro pueblo”. Pero no: mejor se llenan sus barrigas de viento, alargan el cuello y confían en que vamos a seguir obnubilados con sus cantos de sirena; se piensan que vamos a permanecer siempre igual de aborregados, y no será así, porque la gente tiene pundonor, tiene clase, y sabe perfectamente que está siendo choteada, diariamente, cuando se le repite: “recortamos para volver a crecer, para haceros nuevamente ricos, hijos nuestros, benditos incredulillos, parvulillos jaleantes que poco haríais sin nosotros, vuestros desinteresados protectores”. Falso, protectores de pacotilla al servicio del capital alocado. No somos árboles, que podados damos más fruto; eso es lo que el europeo de arca insaciable y el especulador a lo Montecarlo desearía: podar, podar, para que crezcan nuevas ramas. La Humanidad es algo mucho más grande y serio que todo esto y si nuestros mediocres políticos, nuestros insaciables banqueros tan al límite de la delincuencia cuando no son directamente delincuentes, no quieren reconocerlo aún, deben entender que el camino puede ser también para ellos más penoso de lo que esperaban. Comenzarán a vernos frente a sí, asistidos de la verdad, de la necesidad de satisfacer nuestras primeras necesidades, y de las secundarias tan legítimas como aquellas, del derecho a mantener lo logrado mientras haya un euro, porque mientras haya un euro debe ser destinado a todos y no a cuatro guapos, a los bolsillos de desalmados y destrozapaíses con el cuento de hacer fuerte y creíble a Europa, en la que nadie empieza a creer, a la que desde el G20 por ejemplo se le exigen otras medidas, más allá del parqué. ¿Quién puede creer a esta Europa de Merkel y unos cuantos trapicheros más, que se miran el ombligo y escupen con desprecio hacia la chusma, aunque caiga en el umbral de la pobreza, tenga o no bocado, niños, ancianos o quienes fueren? Ellos mismos, ellos solos han deshecho su credibilidad, al aparecer ante el mundo como los tremendos usureros y defensores de usureros que son, antes que benignos rescatadores de nada. ¡Mentira!: no rescatan, echan gustosos una cuerda alrededor de los cuellos de las naciones, atracan, meten la mano en las carteras y exigen cada vez más satisfacciones, como auténticos sátiros, sodomizan sin casi rubor, aunque parece que se atisbara un comienzo de rubor en sus caras, porque se están dando cuenta que la pendiente no permite mucho freno y esto bueno no ha de ser, no sólo por la mala marcha de la cosa económica ya, sino porque cada vez más los sodomizados van comprendiendo que este toqueteo soez de derechos y bolsillos no puede ser mandamiento racional, sino tosco manoseo inadmisible que debe volverse contra ellos y sólo a ellos estallarle.
Pedro Egio