SE HACE CAMINO AL ANDAR

Esto es: que no hay camino; que hemos de hacerlo nosotros: el camino y la meta, si queremos; porque si en algún momento somos conscientes de que apenas si hay meta y que nos ahogan mil inconvenientes, entonces es comprensible –no diré que justificable- que no queramos “mover un pie” y aun derecho nos asiste, si mover el pie sea causa de mil fatigas o si nuestros miembros están muertos.

Admiro la audacia –habrá algunos temerosos, quién no- de quienes estando tremendamente disminuidos, sabiéndose por debajo de todos, no están dispuestos a permanecer largo tiempo así de prosternados. Hay seres encantadores que llegan a ser conscientes de su tremendo calvario y deciden inmolarse de una vez por todas, aunque el sacrificio les implique una audacia inconmensurable. Hay seres que limpian así su negrura y se hacen ángeles. Y cuando te toca haber vivido junto a uno de ellos, cuando es un ser cercano, tan cercano como un hijo o una hija, con todo tu inmenso dolor, con toda una herida de extensión más grande que la cual nada hay, al tiempo casi complace comprobar esa tremenda audacia, la tremenda valentía, la gran fuerza que les asiste en enmendar la plana al posible creador:

Quiero rendir un altísimo tributo a la persona probablemente que más haya querido en mi caminar de casi 51 años: a una de las más fuertes, insaciables y valientes; valiente no por su gesto final lamentable, que rompe el alma de sus seres cercanos, sino en casi todos los momentos de su ajetreada existencia.

Descanse en paz MARÍA JOSÉ EGIO RUBIO.

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