Paso con fruición el Prólogo a mi nuevo libro, «Cincuenta Aforissmos y Reflexiones a alturas de 2022»

Cincuenta Aforissmos y Reflexiones a alturas de 2022 verá la luz próximamente, el prólogo que me ha escrito mi querido maestro y profesor don Antonio Campillo Meseguer, de sobras conocido en el panorama filosófico español y latinoamericano, promotor del Laboratorio de La Pandemia y decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia durante años; gracias don Antonio por su afecto y su autenticidad.

Prólogo

Conocí a Pedro en el otoño de 1981, hace ahora nada menos que cuarenta y un años. Él era un joven y entusiasta estudiante de cuarto curso de la Licenciatura en Filosofía de la Universidad de Murcia; yo era un joven y tímido profesor que se había licenciado en 1979 en Filosofía y en Sociología, en la Universidad Complutense de Madrid. Entre nosotros había muy poca diferencia de edad, apenas un par de años, aunque nuestras trayectorias vitales eran muy diferentes.

En esos años, yo estaba trabajando en mi tesis de doctorado, en la que trataba de explicar el nacimiento de la física matemática galileana a partir de la “revolución militar” de los siglos XV a XVII, basándome para ello en la metodología “genealógica” de Michel Foucault. La tesis fue presentada el 5 de octubre de 1984, pocos meses después de la muerte de Foucault, por lo que se la dediqué in memoriam a este gran filósofo e historiador francés.

Al tiempo que realizaba la tesis, impartía una asignatura optativa sobre la obra de Foucault. Los estudiantes que la cursaban eran apenas quince o veinte. Pero estaban muy interesados, leían los textos que les recomendaba y los debates con ellos eran muy animados. Recuerdo que nuestras clases tenían lugar en torno a una gran mesa de madera, situada en la espaciosa sala del antiguo Departamento de Historia de la Filosofía, en la tercera planta de la entonces llamada Facultad de Filosofía y Letras, con un amplio ventanal que daba a la plaza situada en la cara norte.

Desde el primer día, me sorprendió la vitalidad de Pedro. Aunque se había quedado ciego a los ocho años y había estudiado desde entonces en colegios de la ONCE, era sin duda el alumno más brillante de todo el grupo. Tenía una voz potente y hacía intervenciones muy inteligentes, expuestas a menudo de forma risueña y humorística. Tomaba notas con un punzón y un cartón, recurría a las obras traducidas al sistema Braille y a los audiolibros que le proporcionaba la ONCE, y escuchaba también las grabaciones que le hacían sus compañeros de curso. Tenía la suerte de contar con unos compañeros que le facilitaban el acceso a los textos. No teníamos todavía ordenadores, ni internet, ni los programas de traducción automática de texto a voz y viceversa, que más tarde se convertirían en unas herramientas muy importantes para él.

Pedro era un gran lector y admirador del filólogo y filósofo alemán Friedrich Nietzsche, que también se quedó ciego en sus últimos años de vida. Nietzsche había sido el crítico más lúcido y radical de la tradición metafísica occidental, el que había anunciado la “muerte de Dios” y el nacimiento de una nueva época poscristiana y posmoderna. Por eso, a Pedro le interesó mucho la obra de Foucault, que presentaba sus investigaciones históricas, desde Historia de la locura hasta Historia de la sexualidad, como una continuación de la “genealogía de moral” iniciada por Nietzsche. Lo cierto es que en mi asignatura obtuvo unos resultados sobresalientes.

En 1984, Pedro presentó una tesis de licenciatura titulada La descodificación de la conciencia romántica en Friedrich Nietzsche, bajo la dirección de Francisco Jarauta Marion, que había sido también el director de mi tesis de doctorado. La “tesina” de Pedro obtuvo la máxima calificación y fue publicada en 2019, treinta y cinco años después, con un prólogo del propio Jarauta. Además, Pedro obtuvo el Premio Extraordinario Fin de Carrera correspondiente a la promoción de 1984.

Pasaron varios años sin que tuviéramos contacto alguno, pero me fueron llegando noticias suyas a través de amigos comunes. Supe que, tras terminar sus estudios, había vivido simultáneamente la tentación del sacerdocio y las mieles del enamoramiento. Finalmente, decidió dedicarse a la profesión docente y formar una familia. Aprobó las oposiciones de enseñanza secundaria, en las que obtuvo una plaza de catedrático de Filosofía, y estuvo ejerciendo como profesor en los institutos María Cegarra Salcedo de La Unión e Isaac Peral de Cartagena, la ciudad en la que había nacido. Se casó con su compañera Lola y tuvieron un hijo (Carlos) y una hija (María José).

Más tarde, me llegó la triste noticia de que había dejado las aulas por problemas de salud mental y que había comenzado una dura travesía del desierto, sometiéndose a diversas terapias psiquiátricas y psicoanalíticas. Como él mismo cuenta en este libro, el delirio que le hizo perder el contacto con la realidad fue la convicción de que se había desencadenado la Tercera Guerra Mundial, es decir, una guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética que acabaría provocando el exterminio de toda la humanidad. Debió de ser una experiencia muy dolorosa experimentar los terrores del fin del mundo en el más absoluto aislamiento mental. Hoy, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Putin ha amagado con hacer uso de las armas nucleares y eso ha vuelto a recordarnos la terrible amenaza que pesa sobre el futuro de la humanidad mientras no seamos capaces de destruir todo el arsenal nuclear actualmente existente.

Algunos años después, Pedro volvió a ponerse en contacto conmigo. Yo presidía entonces el Foro Ciudadano de la Región de Murcia, creado en 2001 por un grupo de amigos y amigas preocupados por la deriva cada vez más conservadora de la España de Aznar y la Murcia de Valcárcel. Pedro quería colaborar con nosotros y comenzó a asistir a nuestras reuniones y actividades. Poco a poco, comenzamos a retomar la relación entre nosotros, ahora ya como una relación de amistad.

En nuestros encuentros esporádicos, aprendí a conocerlo un poco mejor. Comprendí que los problemas de salud mental que había padecido y la lucha que había librado para salir del oscuro pozo de la psicosis le habían dejado una huella muy profunda, pero al mismo tiempo comprobé que había sido capaz de salir adelante y recuperar una gran parte de su vitalidad juvenil. Era un Pedro diferente, tal vez menos bromista y más combativo, como si tuviera que librar una dura batalla no solo con sus fantasmas interiores sino también contra los males del mundo real.

En esos años de nuestro reencuentro se produjeron dos hechos muy dramáticos para él. Por un lado, el suicidio de su hija María José con apenas 22 años de edad, lo que le causó una herida imborrable; desde entonces, su hija ha sido una presencia constante en su vida. Por otro lado, la separación de su compañera Lola, que tanto lo había querido y ayudado; aunque, últimamente, han vuelto a recuperar una buena relación entre ellos. Afortunadamente, Pedro ha contado siempre con la compañía y el apoyo de su hijo Carlos, a quien tuve la suerte de conocer como activista social y al que considero una persona admirable. Y también la compañía de Conchi y de otras amigas y amigos, que han aprendido a conocerlo y a quererlo tal como es.

A pesar de todos los contratiempos que ha sufrido, su vitalidad sigue siendo desbordante y se ha desplegado en múltiples direcciones. En primer lugar, en el activismo social. Su primer activismo, el más temprano y también el más duradero, lógicamente, es el que ha desplegado en la propia ONCE, de la que es socio desde 1963, luchando por la integración social de los ciegos y demás discapacitados, y reivindicando un mayor grado de movilidad y accesibilidad para todos ellos.

Tras su paso por el Foro Ciudadano, se afilió a Izquierda Unida y se implicó muy activamente en la Plataforma Pro-Soterramiento de las Vías de Murcia, que ha mantenido una lucha de más de treinta años y ha conseguido que el nuevo trazado del tren AVE llegue soterrado a la estación de El Carmen de Murcia. Recientemente, se ha implicado también en la lucha por la defensa de la estación de autobuses de San Andrés, ante el proyecto municipal de trasladarla al norte de Murcia, junto al centro comercial Thader, justamente al otro extremo de la estación de ferrocarril.

Otro de los campos de actividad de Pedro ha sido la música, especialmente el piano, el órgano y la música electrónica. Con apenas nueve años de edad aprendió a tocar el piano y desde entonces esa ha sido una de sus pasiones más profundas y duraderas. Tras terminar la carrera de Filosofía, fue nombrado durante un breve tiempo organista de la iglesia de La Caridad de Cartagena. Cuando tuvo que abandonar la docencia, regresó a la música y tomó clases de piano y de órgano para jazz.

Los primeros frutos de su vocación musical fueron tres discos compactos de música New Age, compuesta por él mismo con sintetizadores, samplers y otros medios informáticos, gracias al apoyo financiero de la ONCE: Retratos de Mazarrón (2007), Thálassa & Logos (2010) y De Mastia (2014), este último dedicado a su querida Cartagena. Paralelamente, forma el grupo Egio Jazz Trío, con el que graba dos compactos: Entre amigos (2016) y Crazy Progression (2018). Poco después, grabará un tercer disco con el Egio Jazz Quartet: Walking (2019). Además, ha dado numerosos conciertos con su grupo y también ha acompañado a diversos solistas de la región.

Junto con la música, su otra gran vocación es la Filosofía. Desde sus años de estudiante, ha sido un lector voraz y se ha interesado por los más diversos temas, autores y corrientes de la historia del pensamiento occidental. Sobre todo, le han interesado los tres grandes “maestros de la sospecha” (Marx, Nietzsche, Freud) y los muchos herederos que les han sucedido: Lacan, Deleuze, Foucault, etc. También es muy aficionado a la literatura, especialmente la novela y el relato breve, desde Cervantes, Dostoievsky y Thomas Mann hasta Emily Dickinson, Irene Vallejo y Lola López Mondéjar.

Y no sólo es un lector muy curioso, sino también un escritor enormemente productivo. Un día que lo visité en su casa del barrio del Carmen, me enseñó un armario lleno de carpetas con sus apuntes y escritos inéditos. Pero ha sido en los últimos años, sobre todo tras la pandemia global de Covid-19, que desde marzo de 2020 nos obligó a todos a permanecer confinados en nuestras casas, cuando Pedro se ha decidido a publicar una parte de su obra. Lo ha hecho siempre de la mano del librero y editor Diego Marín, que es toda una institución en Murcia.

En 2019, un año antes del estallido de la pandemia, apareció su primera publicación: su ya citada tesis de licenciatura La descodificación de la conciencia romántica en Friedrich Nietzsche, escrita en 1984. A partir de entonces, se han sucedido cinco publicaciones muy diferentes entre sí: Mi recetario de cartujo. Cocina fácil, económica y distraída para tiempos críticos (2020), un útil recetario de cocina escrito por un ciego que vive solo y se prepara su propia comida; Quince relatos (2020), que fue su primera incursión en la creación literaria; Ciento veinte microrrelatos (2022), en donde desarrolló su ingenio como narrador de cuentos breves; y Pensamientos a alturas de 2020 (2022), que fue su primer intento de pensar los acontecimientos del presente con una mirada filosófica. Estas dos últimas obras fueron dadas a conocer a un grupo de amigos y amigas en el café-bar murciano El Sur, en un acto de presentación (seguido de un concierto musical dado por el propio Pedro) en el que intervinimos, entre otros, su hijo Carlos y yo mismo.

Apenas medio año después, Pedro nos sorprende con una nueva publicación, estos 50 aforismos y reflexiones a alturas de 2022, que son una continuación de sus Pensamientos a alturas de 2020. Como él mismo dice en el prefacio, ha querido sumarse a una larga tradición de filósofos que han practicado el género aforístico y fragmentario. Por eso, en este libro nos ofrece una serie de reflexiones breves (entre una y tres páginas) que se suceden sin ningún orden sistemático, excepto el de la mera numeración. Son “cachos” de discurso amontonados en este cesto de papel, para que el lector o lectora pueda elegir al azar cualquiera de ellos y leerlos a su ritmo y a su gusto.

Pero, además de su carácter fragmentario y variado, este libro tiene un claro tono ensayístico y autobiográfico. Como ya hizo Montaigne al presentar sus Ensayos, Pedro nos deja muy claro desde el primer momento que va a hablarnos de sí mismo, de su modo de entender el mundo. Por eso, acepta que el libro tal vez solo pueda interesar a sus amigos y allegados más próximos. Nietzsche decía que toda obra filosófica no es más que unas memoires en las que el autor confiesa sus temores y deseos, sus recuerdos y esperanzas, sus afectos y valores. Pedro reflexiona sobre todo lo divino y lo humano, y en especial sobre los vertiginosos acontecimientos del siglo XXI que cada día nos zarandean con nuevos sobresaltos e incertidumbres, pero lo hace siempre en primera persona, a partir de su propia experiencia vivida. Y esta mezcla de reflexión y confesión, filosofía y autobiografía, es precisamente uno de los rasgos fundamentales del género ensayístico.

Por eso, el lector o lectora que abra las páginas de este libro no encontrará en él una investigación erudita sobre tal o cual tema, ni un abigarrado aparato de referencias bibliográficas. Lo que sí encontrará es un texto muy honesto, escrito en un tono cercano, casi coloquial. Quien conozca a Pedro, tendrá la impresión de estar escuchándolo a él mismo cuando se lanza a hablar con su potente voz y salta sin transición de un tema a otro, del último disparate de la política local a los grandes retos de la geopolítica mundial, o de una anécdota personal que acaba de ocurrirle a una especulación filosófica sobre el sentido de la vida humana. Esto hace que el texto sea muy ameno y de muy fácil lectura, especialmente para quienes lo conocemos y apreciamos.

A través de estos 50 aforismos, va aflorando de manera cada vez más inequívoca cuál es la filosofía existencial de Pedro: una concepción agnóstica del mundo, una fidelidad al mensaje fraternal de Jesús de Nazaret, una lucha firme contra todas las formas de injusticia, violencia y estupidez que imperan en la sociedad actual, y un amor profundo a la vida, la paz, el conocimiento y la música.

Antonio Campillo Meseguer. Santomera, 7 de diciembre de 2022

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