08 Torre de la Azohía
Nos vamos acercando a Cartagena, la grande, la milenaria, la envidiada, en el fin de nuestro deambular imaginario y nos topamos con la torre vigía de Santa Elena, donde todo resuena, como en un hónfalos profano.
música y pensamiento
Nos vamos acercando a Cartagena, la grande, la milenaria, la envidiada, en el fin de nuestro deambular imaginario y nos topamos con la torre vigía de Santa Elena, donde todo resuena, como en un hónfalos profano.
Cabe imaginar la fabricación de esa apreciada salsa para nuestros ilustres antecesores romanos; imaginar su laboriosidad, su excitación, la espera hasta que fermenta; su danzar durante la festiva comida, degustada en tantos rincones del Imperio desde aquí exportada.
Llegamos a los parajes donde naufragaron aquellas dos naves fenicias desenterradas recientemente y misteriosamente conservadas. Imaginamos su paso hacia el fin, primero bajo las estrellas que les servían de orientación, después empujadas por desfavorable viento y oscurecido cielo. Es fácil musitar algo parecido a una oración.
Desde el Pico del Águila y su fundición neolítica seguimos hacia la arenosa y suave playa de Bahía, cuyo mismo nombre invoca cálidas y arenosas tierras.Nos bañamos con desenfadada cantinela y desenfado.Luego continuamos viaje hacia la playa de La Isla, pasando por terreno un tanto sagrado.
Deambulamos por territorios donde el hombre ha arañado la tierra, desde los fenicios, pasando por los romanos, los árabes y nuestros inmediatos antepasados del XIX. Soledad, tierra, ritmo, metal, cante minero y soledad.
Nadando nos acercamos a la orilla de la playa del Castellar en los primeros albores del día. Paseamos hacia el cabezo que la separa de Nares. Salimos a la playa de Nares, donde prosigue la calmada danza de la naturaleza, arrebatada al final por dos tañedores de oboes medievales.
Paraje mediterráneo por el que caminamos conducidos por el caminar de una tortuga mora -típico reptil de la zona-, cuando la legendaria tormenta amaina.Ascendemos, entre rachas de brisa y una naturaleza que despierta, hasta el Cabezo del Plomo y sus vestigios de poblado neolítico, donde el corazón se nos encoge tocado por el vértigo del … Continuar leyendo
Pasando por acantilados y calas en maravilloso trenzado, vamos, dirección Este, saboreando naturaleza en movimiento, belleza y aún sublimidad.Nos adentramos en una cueva volcada sobre las olas. Caminamos por delante de la Ciudad Encantada, esa formación rocosa tan peculiar. Seguimos hasta el final de la Rambla de las Moreras. Recordamos diluvios pasados.