No es fácil de explicar, pero es cierto que en los peores momentos el personal sabe por lo general ponerse las pilas. Robert lleva quince años aportando brillantes ideas en su trabajo, reconocido por sus compañeros más directos al tiempo que varios de sus artículos sobresalen en revistas científicas de prestigio. Su trabajo le apasiona, está maravillado del universo, de las matemáticas y del mundo de los cuanta de energía. Las cosas por casa no le van mal: sus dos hijos son atendidos estupendamente gracias a sus esfuerzos y a los de Melani, que trabaja a corta distancia de él atendiendo a cálculos en su mismo sector de la investigación más de vanguardia. Ambos son piezas claves en la marcha de las últimas investigaciones acerca de cuantas de energía más primigenios en el mismo acelerador de partículas.
Ella no piensa igual. Quizá sea más ambiciosa. Pero él cada día está más decidido, con todo, a dejar su trabajo, al enterarse de que reciben una nueva aportación económica de cifras tan astronómicas, en un mundo que se resquebraja de problemas que la aportación no contribuye, en su opinión, en absoluto a paliar. Es más: comienza ver ese asunto de mimar la investigación en aceleradores de partículas como algo indigno en una situación de la humanidad tan delicada.
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