¡Padre nuestro!,
Que deseamos estés en el agua, en la tierra, en el aire,
y no sólo en el primer y lejano aliento de todo;
que debes estar incluso de alguna forma en nosotros, no sólo allá,
como cuando decías lo que hiciéremos al otro a ti mismo lo hiciéremos;
que debes de estar más en nuestra mente que en nuestros torpes deseos:
No ha de importarnos decir bien tu nombre aunque tantas veces parezcas ignorar a tus hijos, al menos en lo que a lo material respecta, cuando a tantos nos dejas morir de hambre, nos permites tullidos, pisoteados, ninguneados, exprimidos
-ponle que a unos seis mil quinientos millones de siete mil-.
¡Padre, Señor!: justicia allá y acá,
y si no es mucho pedir más acá: que allá no es preciso pedirla, pues siempre se piensa que tal habrá,
porque si allá tampoco la hubiera podrías haberte guardado todo el trabajo,
o al menos haber descansado el mismísimo sexto día.
Queremos no ser doblegados más con la injusticia, si no es mucho pedir;
Que el quique suum no sea dudoso y aún más claro el neminem laedere
Que la humanidad deje de ser mancillada por una parte de sí misma;
Que dejen de despistarnos con que tu reino no es de este mundo para que nos pongamos a la tarea de mejorar este, que también es tuyo.
¡Sí, muéstranos que también en estos cruciales asuntos tu querer es poder,
acá y allá, allá y acá!
Danos nuestro pan hoy, mañana y pasado,
no sólo un mendrugo, sino una vida digna a todo hombre, parecida a la de su congénere, como nosotros, padres, igualamos a los hermanos;
da nobis pan y labor justamente remunerada;
grano para todo granero, tú que dijiste que vestías a todos los lirios y pájaros,
y de paso, por favor, espanta a las urracas;
hazlo tú, aunque tengamos que ayudarte en la tarea,
que a veces pareces haber devenido muy senior, para desgracia nuestra;
o al menos incúlcanos tu sabiduría de gran anciano, sóplanos en nuestras orejas
para encontrar el camino de acá, redimirnos
y mejor allá llegaremos, si es que ha algún sitio tras esta mala noche.
Déjanos hablarte así entre nuestros pucheros
y que en ellos no falte comida,
si más que a lirios o a pájaros nos hiciste.
et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris!,
así sin rubor rogamos esto y esto manifestamos,
que estos cristianos tantas veces con espíritu de banqueros
cambiaron hace poco el «débito» por la «ofensa»:
sabían lo que se estaba cociendo y procedieron como en el siglo II,
intentando despistar, suavizar y aun disimular esta petición del perdón de lo debido;
y sin embargo, cuanto bien haría que se humanizaran las condiciones de la deuda:
pero los que se llaman tus hijos poco traslucen del padre;
quizá nos quede el consuelo de que es más fácil
que un camello pase por el ojo de una aguja.
¡o no!: no nos bastan consuelos espirituales mientras muramos realmente de hambre.
Et ne nos inducas in tentationem!, retira la tentación
a los estafadores, a los explotadores, a los falsos,
a todo sepulcro blanqueado por fuera;
la tentación de seguir fingiendo, explotando, aparentando, estafando,
aunque esto es volverte a pedir la cuadratura del círculo,
después que dices habernos hecho libres, o no habernos hecho así, que es igual,
pues de una u otra forma la historia continúa caminando.
te lo pedimos aunque sabemos y comprobamos
que estás tan maniatado por tus propias reglas
como lo estamos tantas veces nosotros por nuestros vicios;
¡Sed liberados de lo malo!, aunque cuando así oramos
comprobamos una y otra vez que el mal nos conturba cada segundo,
pareciendo que sólo nosotros tenemos la llave de la redención,
que habremos de intentar tantas veces, así tantas salgan mal,
pues intentarla nos hace más dignos que engañarnos y bajar la cabeza.
Libéranos, si no de todo mal,
al menos de pensar que todo está perdido.