Fui organista oficial de 1979 a 1983 en esta Iglesia, tan en el corazón de los cartageneros. Muchas horas a diez metros de altura, haciendo sonar aquel maravilloso instrumento en misas y ceremonias, principalmente bodas.
Recuerdo perfectamente su distribución de registros por teclado, en su teclado positivo y recitativo, más su pedalier y todas sus posibilidades de enganche. Ya antes iba yo a la Iglesia de la Caridad a tocar sin que me vinculara una relación oficial, con lo que estuve por lo menos 8 años en contacto con esa poderosa máquina sonora, poderosa y tremendamente dulce a la vez. Tras una visita de los reyes a Cartagena, quiero recordar que en el 81, el Hospital de Caridad, que es responsable de la Iglesia, decidió emprender una reforma en el órgano para potenciar su sonido y en aquel momento el organero de turno sacó fuera la lengüetería, en horizontal, valiéndose de un andamiaje no del todo ortodoxo, pero sí consiguió dar prestancia al instrumento, además de añadir un registro de lleno de 5 hileras que aún continúa, si bien tal reforma fue rebocada, según el criterio de D. Juan Lanzón, prestigioso director de la Masa Coral Tomás Luis de Victoria, y durante años director del Conservatorio de la ciudad, para devolver su caracter inicial al instrumento.
Sin embargo, el problema central de este precioso órgano, el segundo en importancia de toda la región, es su transmisión de tipo pneumática, desde las teclas hasta las válbulas de los tubos. Este tipo de transmisión, puesta en boga para algunos órganos románticos en la segunda mitad del XIX, tiene la ventaja de hacer muy cómoda la pulsación de la tecla pero falla tremendamente porque se rompen con mucha facilidad las badanas de que ha de echar mano.
Me une una buena amistad con la persona que actualmente desempeña el cargo de organista en esta iglesa y en la de la Ermita de la huerta, cerca de Los Ramos con mayor profesionalidad que yo, por cuanto es organista de profesión: Carlos Rafael Pérez, que me comenta que está luchando por conseguir, como es justo, para la Iglesia de la Caridad y para toda Cartagena, la conversión de neumático a mecánico del órgano, ya que hay muchas inconveniencias nada más encender el motor que dota de aire a sus tubos y nutre igualmente al maltrecho mecanismo de transmisión actual.
Valgan estas líneas para una contribución modesta para lograr ese fin: que el órgano vuelva a sonar debidamente, en sus manos o en la de los concertistas que deberían de desfilar por esta iglesia. Ahora que Cartagena retoma con tanto ahínco su pasado no debería de olvidar esta preciosa causa. El cartagenero es generoso, y más con sus tesoros: ¡promuévase todo lo necesario para llevar a buen término esta honrosa empresa!