A mí me produce vergüenza, enojo… estamos en otros tiempos de nuevo: pan y circo, claro; que la gente no se cosque de que sus derechos son conculcados; que no vean cómo no los atendemos, cómo protegemos a la empresa en detrimento de los trabajadores; que no vean cómo seguimos manteniendo un orden mundial vergonzoso, cómo esquilmamos hasta la última gota del último petróleo que nos quede sin dar paso a otras alternativas…
Más fútbol; que chillen, que se emocionen, que no salgan a la calle sino se sienten ante el cristal vacío de sus pantallas, mientras unos cuantos se llenan los bolsillos a espuertas. Mientras nosotros negociamos con millones de euros, que se dice pronto: ¿y nos quejamos de nuestros políticos?, por supuesto que con razón en la mayoría de casos, pero muchos en el mundo del deporte y tantos y tantos empresarios son igual de impresentables: el hombre, el ser humano desfigurado por ellos. Quizá algunos enfermos mentales no somos a veces el mejor de los ejemplos, pero cuántos empresarios impíos, hombres del deporte de millones, dirigentes de las finanzas y superempresarios de entidades bancarias, operadoras de móviles, etc., etc., etc., son muchísimo peor ejemplo y con una responsabilidad mucho mayor.
Pero bueno, fútbol, fútbol, que les pongan fútbol: parece que sigue el Generalísimo al frente de este país, sólo que aquí probablemente la orden no la da nadie: seguimos todos la inercia: perdón, yo no estoy al menos a este respecto contaminado: siempre me la repanfinfló el fútbol; siempre envidié a los compañeros que jugaban bien en el cole, pero no a estos deportistas de pacotilla, que no son más que bandoleros en tanto reina la pobreza en nuestro mismo país y nos despistan de las cosas más esenciales.
Una pena también que tantos comentaristas hablen engoladamente de estos sucesos de masas, tan fútiles como buñuelos de viento, los sucesos y ellos también; echando mano de un lenguaje y de unas reflexiones que darían probablemente mejores resultados aplicados en otros menesteres.
En fin, uno hoy día está hablando en el desierto porque la mayoría ya está narcotizada a este respecto; pero uno ya está acostumbrado a quedar mal y no por eso ha de callar si considera que puede haber personas que piensen igual e incluso alguna que termine cayendo en la cuenta.