Ayer nos sorprendio a todos la muerte de José Antonio Pujante Diekmann, hombre amante del saber en el pleno sentido de la palabra: profesor de Filosofía de enseñanza media y hombre político, no sólo en el sentido en que todos lo somos necesariamente, sino también durante unos cuantos años, de profesión: fue diputado, por ejemplo, en la Asamblea Regional, bajo las siglas de Izquierda Unida.
A mí me entusiasma, he de decirlo, que otra persona, ducha en Filosofía, lectora de los pensadores más grandes de Occidente, funcionara en muchos respectos como yo mismo: también yo fui profe de enseñanza media, también yo he leído directamente, leo, cada vez que me es posible y viene al caso, a los grandes de la cultura occidental: también yo milito en IU: no estoy afiliado al Partido comunista de España, pero sí pienso en clave de «izquierdas» – para mí «pensar en clave de izquierdas» es hacerlo desde la solidaridad, casi sólo esto: añadiéndole las connotaciones políticas necesarias; esto es: el participar en la vida activa de la polis, tal y como hizo Sócrates, de quien no se conserva ningún escrito, pero que nada menos fue alumno del gran Platón, y éste de Aristóteles, y Aristóteles ya se sabe que fue alumno de tantos, también de Alejandro Magno, pero ahora eso es para mí lo de menos, porque para mí es más importante que fuera animador, sin pretenderlo incluso directamente, de estoicos y epicúreos, y de esa actitud limpia de mirar al mundo con ojos de hombre de método y de búsqueda de la verdad, que insufla a todo buen investigador.
Pujante Diekmann seguro que no era ignorante de todas estas cosas, y que leyó unas cuantas veces ‘La República’ y ‘El mito de la caverna’, y que recorrió con su mirada intelectual toda la antigüedad clásica y la Edad media, y que supo del Renacimiento, de la Ilustración, y cómo no, de Kant, Hegel, y de Marx, y de la lucha de clases, y de Freud, y de Sartre, y de todas las interesantísimas discusiones acerca del lenguaje, y supo de lo mínimo que hace falta saber de astronomía o de física cuántica: lo mínimo que se necesita saber para darnos cuenta de que ser, y el ser en general son un gran misterio; y sin embargo, lo lindo, lo bonito, lo ético, es saber movernos entre las cosas, para poder estar acordes, armoniosos, con todo lo bueno: en esto debemos coincidir todos los hombres de bien, de oriente y occidente: y en tal sentido ser extremista no es bueno; y ser extremista y de derechas al menos para mí es aún peor todavía.
Sí, estoy contento con poder rendirle a José Antonio Pujante Diekmann este pequeñito tributo: un hombre al que no conocí directamente, pero cuya trayectoria, hasta donde conozco, me parece encomiable, laudable y digna de ser imitada. Que la tierra te sea leve: STTL, que tantas veces reza sobre los monumentos funerarios de quienes hablaron, pensaron y escribieron en latín-
Pedro Egio