Tras las Elecciones europeas de este 2009 asistimos totalmente perplejos al triunfo de la ideología neoliberal. No cabe duda que podrá explicarse el fenómeno, pero a mí me choca que, recibiendo aguijones, el ser humano se vuelva para lamer agradecido la mano de sus señores.
Hace muchos años asistí a un mitin de Santiago Carrillo que decía: «el trabajador que es de derechas es tonto». Sinceramente siempre he creído en la exactitud de esa frase y aquí parece que muchos trabajadores han debido de votar derechas o se han abstenido mientras que todos sus patrones se hayan molestado en votar.
Es desconcertante, por ejemplo, que en una ciudad como Murcia en que la derecha se ha esmerado en enriquecerse incluso delinquiendo -por lo menos en varios célebres casos-, donde hasta Europa critica cómo se están haciendo las cosas, salga esta a hombros.
Es increíble cómo se está votando la bajada de impuestos, el descuidar los servicios sociales, el seguir esquilmando el planeta, se supone que por parte de muchos que están necesitados precisamente de todo lo contrario.
Me imagino que quienes han querido ese triunfo no reparan tanto en cuestiones morales como a veces parece, al quejarse de los matrimonios entre homosexuales o cuestiones de aborto; me imagino que entre ellos ha tenido preponderancia la idea de que el libre mercado genera riqueza, cuando hemos visto que el libre mercado genera su propia crisis y destrucción.
Yo no defiendo la cerrazón del comunismo cerrado pero desde luego me parece que nuestro problemático mundo actual tampoco necesita del puro y duro neoliberalismo, de aquellos que se frotan las manos pensando en bajar impuestos en cuanto puedan; aquellos que niegan dinero a los Estados y al tiempo nos ahogan con sus entidades bancarias podridas e incluso, si nos descuidamos, nos birlan ensuciando además nuestra casa sin reparos, frenando salarios todo lo posible:
En fin, hacemos bien en intentar colocar algunos valores como más fundamentales para obtener sentido y aclararnos, y me parece que los democráticos son de ese tipo de valores; por tanto, aceptamos por supuesto, probablemente con menos desazón que cuando ellos pierden en las urnas, los resultados que ellas nos han arrojado, pero este momento de gran crisis me parece que no demanda precisamente dejar más libertad de movimientos aún a los insolidarios. Si cada vez queda menos clase media en aras de una clase muy particular pero cada vez más abundante, la de los que no tienen más de mil euros al mes (la mayoría de nuestros hijos), no comprendo cómo esa nueva particular clase parezca abanderar más las tesis de los Smith y los Ricardo.
Quieran los hados que el olfato de la mayoría votante de ayer en Europa haya acertado y sus representantes encuentren mejores caminos para andar en estos complicados tiempos, aunque lo dudo.