¡No seamos insensibles!
Hay muchas cosas que deberíamos atender. Pero tendríamos que saber distinguir lo superfluo de lo esencial. Es importante divertirse, obviamente, secar nuestras penas saliendo con los amigos, estar de fiesta en algunos momentos, pero también tomar conciencia de cómo están las cosas e incluso tener un momento para darnos cuenta de que determinados bienes culturales también es de recibo que los mantengamos.
Digo esto porque parece que el momento crítico que atravesamos sirve de excusa para descuidar muchas cosas esenciales, parece invitarnos a vivir el placer del momento, el «carpe diem» y descuidar todo lo que suponga un rodeo intelectual.
El órgano de la Iglesia de la Caridad de Cartagena es un tesoro de todos los cartageneros, una construcción increíble que ha llevado gusto y paz a la mayoría de ellos, cuando se han acercado a este maravilloso templo, absolutamente sublime y entrañable. Su sonido aterciopelado ha sido vehículo de multitud de interpretaciones litúrgicas, o del repertorio organístico, o bien, puesto al servicio de la improvisación más candorosa y siempre ha producido en sus corazones una sensación pura.
Escribo de nuevo líneas en este sentido para insistir en que tal se haya en un estado nuevamente precario, con cantidad de notas que no suenan, o que se quedan indebidamente, en la mayoría de sus maravillosos registros.
Deberíamos de ser lo suficientemente magnánimos para ponerlo nuevamente en pie, máxime cuando el armonium de la misma iglesia se encuentra en un estado poco prometedor. Esta tarde estuve inspeccionando ambos, para preparar una boda que se oficiará en noviembre. Los dos instrumentos están en estado lamentable. El armonium está algo mejor dentro de sus posiblidades, pero con sus fuelles perdiendo aire. Es decir: que tenemos al templo principal de Cartagena desasistido de sus dos instrumentos emblemáticos.
Sabemos que las cosas están mal, pero queremos pensar que ambos aparatos tienen solución: es cuestión de saber concienciar y de querer solucionar las cosas.
Aunque escribo en términos generales, entiendo que la Junta que rige el Santo Hospital de Caridad de Cartagena debe ponerse al frente de la empresa de acometer esta restauración sin pausa alguna, buscando recursos donde fuere necesario, incluidas las aportaciones de los cartageneros llegado el caso. Si bien el hacerse vox populi de este extremo no puede descartarse y crear el ambiente propicio para que tomemos conciencia del problema.