Sí, qué alegría, cuando hemos estado a unos pelos de tener allá a un presidente de la ultraderecha: qué vergüenza de Europa y lo que es peor, de tanto europeo inconsciente, capaz de desoír los latidos de la propia tierra y de la mayoría de sus semejantes; capaces de refugiarse, ante la desorientación y el temor, en las fauces del horror de antaño: ¡Dios!, ¿qué nos pasa que estamos tan ciegos?, que no somos capaces tantos, de reaccionar, y nos apegamos a los fantasmas, a la misma incoherencia antes que a mirar directamente lo que nos rodea por todas partes; cómo somos tan capaces de hacernos los dandis, tan contentos”…
No salgo de mi asombro: tanto que avanza la humanidad en sus progresos técnicos y sin embargo en las cabezas de la inmensa mayoría sólo hay ignorancia o como si la hubiera; aunque es tan difícil para mí hacerme a la idea de esto: no entiendo en efecto cómo nos acoge ese temor a lo desconocido que hace que besemos la mano de nuestros castigadores, a lo síndrome de Estocolmo; no entiendo cómo tantas personas tan maltratadas prefieren acogerse al castigo antes de intentarlo todo, que no es intentar tanto, porque a veces sólo se trata de votar: pero incluso a votar nos casi obligan, con sus medios, para hacernos creer que el coletas es un demonio, y que quien más nos vende y engaña es nuestro salvador: ¡ay, ay, ay! Y que así procedamos no sólo los menos enteraos, sino incluso tanto profesional que se entiende tiene una mínima formación moral e histórica; pero así es, aunque afortunadamente quizá ahora estemos más cerca de superar los empates técnicos que aquí aún están sin superar.
Obviamente que se superen: pero hasta sobrecoge tanto el comprobar que hay posibilidad de empate ante cuestiones tan fáciles de roer para cualquiera que sea fiel, a las reglas más elementales de la ciudadanía, las enseñanzas de la historia, la sociología, la filosofía, y tan largo etc., ese largo etc. que por supuesto determinados ministros están tan interesados en borrar del mapa a casi todos los efectos: y porque no pueden cortar el aire para que dejemos de pensar y eso sí: les produzcamos todo el dinero necesario para que siga la máquina del placer, de placer de los suyos claro.