Me produce esto un sabor agridulce: bajar a mi queridísima Cartagena, a acompañar a una cantante y sobre todo amiga a la que llevo acompañando desde que tenía 16 años… y al tiempo tener que hacerlo fuera de una sala o un espacio al aire libre, tener que hacerlo detrás de un escaparate, casi como se exhiben algunas mujeres —no sé si esta práctica continúa hoy tal cual ¡detrás de unos cristales!
Supongo que se me puede comprender: sí, triste por tantas cosas y creo que tenemos derecho a estarlo los que amamos el bien para todos. Pero en fin ¡no perdamos la esperanza! A pesar de que el arte y la filosofía, y hasta la ciencia, son pisoteados, hemos de seguir, convencidos de que la humanidad habrá de retomar el hilo de Ariadna: inteligencia natural y corazón, ambos potenciados por una educación que no esté en manos de corruptos y fariseos.