No sé si recuerdan aquella canción de Alaska que tenía por letra lo de «bailando: me paso el día bailando» y aquello de dándole a la coctelera y demás: pues así estamos los españoles desde hace cuatro años, después de otros tantos de gobierno de don Rajoy, que fueron como una tremenda DANA para todo el país.
Y es que España no aprende: es como si estas avionetas que tanto surcan sus cielos con esa espuma tras de sí que interpretamos como conjuradoras de tormentas nos atontaran de una manera nunca antes experimentada: y entonces balamos y balamos, y dormidos no vemos el Logos, como nos recriminara hace tantos siglos el mismo Heráclito de Efeso; Hegel ya andaba convencido de que una de las figuras de desdoblamiento del Espíritu consistía en una dialéctica tan paradójica, tan contradictoria como la del amo y el esclavo, propia de la Edad Media: pero hete aquí que es como si volviéramos con tanta alegría a ella: nos atizan en las espaldas y los alabamos, los votamos, y les rendimos pleitesía: «me jodes: te voto»: voto y voto y te ensalzo en ese mi continuo votar, porque ¡me escupes y me enculas: y yo necesito de ti y tú de mí, como la eterna figura del sádico y más sádico que el propio Sade y el masoquista.
El diez de noviembre ahí estaremos ante la urna: ya soy mayor, ya puedo votar, ya puedo poner un granito de arena en la playa de mi futuro, y se lo ofrezco al que me pisotea, al que más joroba mi planeta, al que más me aprieta la correa: no me interesa la conciencia de las cosas, más que esta conciencia de que somos dos bailando constantemente: uno que arrea y el otro que traga: beeeeeeeeeee!»
Esto es lo que sinceramente pienso.
Pedro Egio.